En 1779 Ned Ludd, un trabajador de la industria textil británica, destrozó dos máquinas tejedoras enfadado por la repercusión que la introducción de esta nueva tecnología tenía en el empleo y los salarios. Así surgió el ludismo, un movimiento que reaccionó violentamente contra la novedosa introducción de maquinaria que se produjo en la 1ª revolución industrial culpándola de crear paro. Todavía hoy en día se producen reacciones parecidas cada vez que una nueva tecnología entra en algún sector productivo porque la primera consecuencia suele ser la reducción de los puestos de trabajo.
Y sin embargo, con lo que nos encontramos en la estructura económica española es con una baja productividad que lastra nuestra competitividad y que ocasiona, precísamente, el desempleo y la reducción de salarios de que se acusaba al maquinismo. Y es que probablemente la piedra angular del elevado desempleo estructural que caracteriza a nuestra economía sea precísamente esta BAJA PRODUCTIVIDAD, que ocasiona por una parte que nuestras exportaciones sean poco competitivas en el mercado internacional (en el que tenemos fama de distribuir productos mediocres a precios elevados) y que incluso en nuestro mercado interno tengamos serios problemas para destacar nuestros productos con preferencia a los foráneos.
Con esta situación lo lógico es esperar un desequilibrio en nuestro mercado exterior ya que importamos más de lo que exportamos, y si todavía tuviésemos nuestra antigüa moneda nacional, el mecanismo lógico sería recurrir a una devaluación para equilibrarlo; pero ya no tenemos la peseta. Nos encontramos en un contexto de moneda única europea, en el que España no puede por su cuenta y riesgo recurrir a una devaluación (inútil por otra parte en cuanto gran parte de nuestras ventas al exterior son dentro de la propia Unión Europea); y aunque e entrada pueda parecer un inconveniente, en el fondo supone la ventaja de enfrentarnos cara a cara con el problema: nuestra baja productividad. Porque los mecanismos de devaluación, a fin de cuentas, son como hacerse trampas al solitario. No solucionan el problema, si acaso aplazan sus consecuencias. Pero nuestro verdadero problema es la BAJA PRODUCTIVIDAD DE NUESTRAS EMPRESAS. Y si admitimos esta situación sólo nos queda encontrar su origen: ¿A QUÉ ES DEBIDO?. Pues la respuesta no es tan fácil, y tampoco es una sola. La primera que se me ocurre, fundamental, es a la POCA CALIDAD DE NUESTRO EMPRESARIADO. Como ya he comentado en otra entrada, justificándolo, tenemos una estructura económica basada en pequeñas y en menor medida medianas empresas, que por definición (y las estadísticas lo confirman) son mucho menos productivas que las grandes empresas, es decir: crean menor valor añadido. Con esta escasa creación de riqueza, tenemos que sus producciones son pequeñas, caras, y de poca calidad; no pudiéndo por tanto competir con otras empresas más productivas y conformándose con subsistir basándose en costes salariales bajos. Por otra parte también tenemos una mentalidad empresarial, de la que participan tanto pequeños como grandes empresarios, muy cicatera y cortoplacista. No me extenderé más sobre este tema ya desarrollado en esta entrada, pero sí que habría que cuestionarse la habitual solución que se propone a la baja productividad denuestras empresas desde las organizaciones empresariales: bajar los costes salariales (es decir, reducir la retribución del trabajo). En realidad la baja productividad se debe, sobre todo, a la responsabilidad de los gestores de las empresas que combinan mal los factores productivos, que no invierten en tecnología, que son incapaces de diseñar métodos de trabajo eficientes... Y lo pretenden solucionar pagando menos.
También deberíamos hacer referencia, y aquí toca hacer un poco de autocrítica, al desfase entre la formación que damos a nuestros trabajadores y lo que necesita el mundo laboral. Nos encontramos con trabajadores, en ocasiones, muy bien formados... Pero en sectores en los que no se demandan; y en otras ocasiones con trabajadores formados para puestos ya obsoletos. A pesar de los progresos realizados en los últimos años y en la adaptabilidad de los estudios universitarios y de formación profesional todavía nos queda un largo camino por recorrer en esta materia, en la que tampoco hay que olvidar el papel de la abandonada formación profesional para el empleo, antigua ocupacional y contínua. Pero no basta con "diseñar" estudios y formaciones adaptados a las tecnologías actuales; hace falta que se demanden y, por supuesto, se esté dispuesto a pagar. Tradicionalmente se vinculaba la obtención de un puesto de trabajo más a la suerte que a la capacidad; y realmente se ve una dosis de realidad en esta afirmación.
Muchas veces no se valora la formación del trabajador como elemento para priorizar su contratación respecto a otros, como p.e, los contactos personales; e incluso cuando se demanda determinado perfil (p.e, idiomas, o títulos, o especialización...) y se da una preferencia para la contratación a los que lo cumplan NO se piensa en retribuir este plus de formación salarialmente. En este sentido recuerdo el fracaso, en pleno boom de la construcción, de un Ciclo Formativo de Grado Medio de "Acabados de Construcción" porque los alumnos entendían que para ser albañil, no era necesario recibir formación, que ya en la obra... Y esta era también la mentalidad de los empresarios que no daban preferencia a los trabajadores formados respecto a los que no. Otro ejemplo claro, para la reflexión, sería la hostelería... Al final, no es que nuestros empresarios no quieran trabajadores formados, sino que los quieren hipercualificados (a veces sin justificación real para las tareas que después les van a encomendar) pero eso sí, a precio de saldo.
En definitiva, que por contra a lo que se suele mantener de "repartir el poco trabajo disponible", lo interesante para crecer y de esta manera crear empleo NO es producir menos, sino producir más al menor coste posible; de modo que podamos exportar a precios más bajos, y por tanto nos soliciten mayor número de productos que haya que fabricar. Y para producir más barato no hay que tener una mano de obra más barata, sino más productiva, y se puede identificar productividad con formación bien diseñada. Esto es responsabilidad tanto del empresariado en la organización de los procesos productivos como de los trabajadores en el diseño de su formación y carrera profesional; y por supuesto de todos los elementos que intervienen en el mercado de trabajo: organizaciones empresariales, sindicales, y administración laboral. No es menor la responsabilidad que tenemos desde el mundo educativo, en el que tenemos que fijarnos como objetivo en todos los niveles de formación la EMPLEABILIDAD de nuestros alumnos, y las administraciones educativas que deben incidir no sólo en una mejor gestión de la formación profesional sino también en otros elementos que incrementan la competitividad laboral de la población, como son los idiomas y los conocimientos informáticos y su accesibilidad a lo largo de toda la vida.
También deberíamos hacer referencia, y aquí toca hacer un poco de autocrítica, al desfase entre la formación que damos a nuestros trabajadores y lo que necesita el mundo laboral. Nos encontramos con trabajadores, en ocasiones, muy bien formados... Pero en sectores en los que no se demandan; y en otras ocasiones con trabajadores formados para puestos ya obsoletos. A pesar de los progresos realizados en los últimos años y en la adaptabilidad de los estudios universitarios y de formación profesional todavía nos queda un largo camino por recorrer en esta materia, en la que tampoco hay que olvidar el papel de la abandonada formación profesional para el empleo, antigua ocupacional y contínua. Pero no basta con "diseñar" estudios y formaciones adaptados a las tecnologías actuales; hace falta que se demanden y, por supuesto, se esté dispuesto a pagar. Tradicionalmente se vinculaba la obtención de un puesto de trabajo más a la suerte que a la capacidad; y realmente se ve una dosis de realidad en esta afirmación.
Muchas veces no se valora la formación del trabajador como elemento para priorizar su contratación respecto a otros, como p.e, los contactos personales; e incluso cuando se demanda determinado perfil (p.e, idiomas, o títulos, o especialización...) y se da una preferencia para la contratación a los que lo cumplan NO se piensa en retribuir este plus de formación salarialmente. En este sentido recuerdo el fracaso, en pleno boom de la construcción, de un Ciclo Formativo de Grado Medio de "Acabados de Construcción" porque los alumnos entendían que para ser albañil, no era necesario recibir formación, que ya en la obra... Y esta era también la mentalidad de los empresarios que no daban preferencia a los trabajadores formados respecto a los que no. Otro ejemplo claro, para la reflexión, sería la hostelería... Al final, no es que nuestros empresarios no quieran trabajadores formados, sino que los quieren hipercualificados (a veces sin justificación real para las tareas que después les van a encomendar) pero eso sí, a precio de saldo.
En definitiva, que por contra a lo que se suele mantener de "repartir el poco trabajo disponible", lo interesante para crecer y de esta manera crear empleo NO es producir menos, sino producir más al menor coste posible; de modo que podamos exportar a precios más bajos, y por tanto nos soliciten mayor número de productos que haya que fabricar. Y para producir más barato no hay que tener una mano de obra más barata, sino más productiva, y se puede identificar productividad con formación bien diseñada. Esto es responsabilidad tanto del empresariado en la organización de los procesos productivos como de los trabajadores en el diseño de su formación y carrera profesional; y por supuesto de todos los elementos que intervienen en el mercado de trabajo: organizaciones empresariales, sindicales, y administración laboral. No es menor la responsabilidad que tenemos desde el mundo educativo, en el que tenemos que fijarnos como objetivo en todos los niveles de formación la EMPLEABILIDAD de nuestros alumnos, y las administraciones educativas que deben incidir no sólo en una mejor gestión de la formación profesional sino también en otros elementos que incrementan la competitividad laboral de la población, como son los idiomas y los conocimientos informáticos y su accesibilidad a lo largo de toda la vida.
Parece ser que en España se prefiere que todo lo que hace mejorar el país se haga fuera, como viene a ser la industria, la investigación, etc, lo cual va envejeciendo en país y dejándolo sólo servible para el sector del turismo, que día tras día parace querer demostrarnos que sólo valemos para eso. Pero eso se encargan de contradecirlo los cientos de titulados españoles que ven como el dinero estatal que debería estar destinado a sus investigaciones y a departamentos de I+D se malgasta en otros sectores que no contribuyen a la evolución del país, mísmamente al deporte (y no digo que el deporte sea malo). Por lo que, no nos queda más remedio que ver como las mejores mentes del país se van, antes a cuentagotas y ahora en manada. Una pena.
ResponderEliminarYo creo que el problema fundamental de las pequeñas y medianas empresas es de la mentalidad del empresario.
ResponderEliminarMuchos de ellos cuando contratan trabajadores piensan en que les hacen "un favor" contratándolos en vez de pensar que el trabajador les esta ayudando a producir bienes que sin ellos, él sólo no podría producir.
Desde mi punto de vista,a un empresario le importa 3 pepinos sus trabajadores.
Estoy de acuerdo con el comentario de Alberto Ruiz. Es una especie de pescadilla que se muerde la cola. La arrogancia de gran cantidad de empresarios y el desconecto provoca que los empresarios vean como "servidores" a los empleados en lugar de compañeros (aunque nunca dejará de ser el jefe) y los empleados vean al empresario como algo muy lejano y que, en la mayoría de ocasiones, sólo va al trabajo a crear problemas y conflictos.
ResponderEliminarEl nivel del empresariado en España es pésimo. Mucho tiene que ver que haya pocos emprendedores reales (alguien que tiene una idea de negocio) y no como es, que es gente que tiene dinero o gente que no le apetece trabajar para nadie.
Y esto provoca (y también es debido) que los empleados tengan una ínfima productividad. Me imagino una empresa como Google en España. Aquella que tiene más salas de actividades lúdicas para sus empleados que salas de trabajo y en la que no hay horario, acabas el trabajo en 20' o en 4 horas o en 12 y te vas. Impensabe en este país (al menos con una empresa nacional, no foránea).